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Enrique Bonete, profesor de Ética en Salamanca, argumenta la presencia cristiana en la sociedad

Ignasi Miranda / www.e-cristians.net

Este valenciano de 44 años, autor de trabajos sobre política, participó en Murcia en el reciente Congreso de Teología Moral

Enrique Bonete, nacido en Valencia en 1959, es un hombre comprometido con la fe cristiana desde su vocación de laico. Está casado, tiene actualmente 4 hijos y trabaja como profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad Pública de Salamanca. Tiene muy claro que ''Europa dejaría de ser Europa si no permaneciese en ella la presencia y la influencia del cristianismo en la cultura y en la vida de los hombres''. Al margen de su opción de vida personal, ha realizado numerosos trabajos sobre ética que han sido publicados en revistas especializadas y ha escrito varios libros, entre los que destacan Éticas contemporáneas (1990), Aranguren: la ética entre la religión y la política (1989), La política desde la ética (II): problemas morales de la democracia (1998) y Ética de la comunicación audiovisual (2000).

En el Congreso Internacional de Teología Moral celebrado a finales de noviembre en la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM), Bonete intervino con una ponencia titulada La crisis de la razón práctica en nuestro tiempo; el subjetivismo moral y la caída en el nihilismo. En aquella sesión, entre otras muchas reflexiones, justificó la labor ética y filosófica de la Iglesia como portadora de un sujeto cristiano frente a las corrientes que pretenden acabar con la moral. Partiendo de este criterio, repasó para E-Cristians algunos temas de actualidad.

-Se habla mucho de la posible referencia a las raíces cristianas de Europa en el preámbulo constitucional. ¿Cómo valora usted el momento actual de la construcción europea?

-Para mí, el concepto de identidad europea se refiere al pasado (las raíces), al presente de hoy y también al futuro. Europa dejaría de ser realmente Europa si no permaneciese en ella la presencia y la influencia del cristianismo en la cultura y en la vida de los hombres. Por ejemplo, un árbol tiene sus raíces, pero estas raíces no son el árbol, sino el pasado, mientras que el tronco es el presente y las ramas que están continuamente creciendo son el futuro. En ese sentido, es fundamental reivindicar la presencia del cristianismo en la futura Constitución europea como una forma de reconocer que Europa ha sido influida por el cristianismo, ha recogido su cultura del pasado y es una potencia que fecunda el futuro de nuestra identidad y de nuestras creaciones espirituales.

-Desde Islandia hasta Rusia y desde Escandinavia hasta Huelva, la cruz es lo que une a estas tierras, ¿no?

-Efectivamente. No hay más que darse un paseo por Europa para comprobar esta realidad. Por eso es inconcebible que quienes elaboran la Constitución europea no quieran reconocer esa influencia cristiana. La misma presencia en toda Europa de catedrales, parroquias, iglesias en general, conventos, monasterios, caminos de peregrinación y otros muchos signos dejan muy claro que no se puede entender ni recorrer Europa sin encontrarse con la realidad cristiana.

-Usted, durante su intervención en el reciente Congreso Internacional de Teología Moral celebrado en Murcia, dijo que la sociedad actual tiende a acusar a la Iglesia de querer imponer sus principios dogmáticos o sus verdades absolutas. ¿Cómo podemos comunicar al mundo, desde el respeto a la pluralidad, que el sujeto cristiano puede ser predicado y dado a conocer?

-Lo que caracteriza a la Iglesia es precisamente que es portadora de una verdad que no se puede imponer, porque esencialmente esta verdad consiste en amar a los enemigos, en amar a todo el mundo y en dejar mostrar débilmente, en la precariedad, el amor que Dios tiene a los hombres. Entonces, no pueden acusarnos de nada porque sería una contradicción imponer una verdad cuya esencia es mostrarse en la debilidad, en el sufrimiento de un hombre, Jesucristo, que está amando a quienes le matan. Y esto se reproduce en todos los cristianos, que tenemos la misión de difundir esta verdad del amor de Dios a los hombres, pero no puede hacerse violentamente. Esto se contradice con la esencia del cristianismo.

-O sea, que la misma pluralidad da sentido a la misión de la Iglesia.

-Precisamente porque estamos en una sociedad pluralista, tiene una evidente justificación la presencia de la Iglesia y del cristianismo en esta sociedad, a la que puede mostrar sus ideas y su visión de la vida y del mundo. Por ello, si realmente esta sociedad es tolerante y pluralista, debe respetar e incluso facilitar la acción de la Iglesia en el mundo, tanto en el ámbito de la enseñanza como en el de la predicación.

-¿Le preocupan las corrientes laicistas que pretenden encerrar la concepción cristiana en las sacristías o en las catacumbas?

-Sí, pero no alteran mi vivencia de la fe en el mundo. Constituyen un problema de la modernidad, que considera que la religión debe practicarse sólo en la vida privada. Pero esto es imposible. La religión, y sobre todo la cristiana, tiene que mostrarse y manifestarse públicamente. No se puede reducir a la sacristía aquello que tiene una visión de promoción de la dignidad del hombre y que, como tal, incide no sólo en los ámbitos familiares o privados, sino también en todas las dimensiones políticas y de la vida pública.

 
 

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