Imprimir

5. Inseguridad

Pablo Muttini

En las ciudades de Sud América vivimos constantemente el flagelo de la inseguridad. La violencia urbana nos quita mucho más que cosas materiales: también puede quitarnos la fe.

Cautos como palomas y astutos como serpientes.

¿Dónde está el verdadero tesoro?

¿Dónde tenemos nuestro corazón?

¿Qué es lo que tememos perder?

Desde Caín y Abel, el hombre vive la tensión del miedo, la traición y la locura.

Los salmos nos trasmiten historias de mujeres, hombres y pueblos enteros acosados y abusados, pero con otras certezas. Hermanos que hacían del miedo oración y se ponían en marcha. Ovejas que temían al lobo pero lo enfrentaban del único modo efectivo: uniéndose como rebaño y rogando por la guía del pastor.

Es sano tener miedo, pero lo que es insano es que el miedo nos haga perder la fe.

Pierdo la fe cuando dejo de creer.

Cuando divido mi vida y encasillo a Dios en un solo rincón de mi corazón.

Pierdo la fe al considerar “ineficaz” a Dios frente a los males del mundo. Si Dios deja de ser mi fortaleza, mi valuarte, mi guía, entonces estoy solo.

Oveja entre lobos.

Herbívoro entre carnívoros.

Carne fresca para la jauría.

Oveja entre lobos.

No tengo opción.

Los hijos del mundo son más astutos que los hijos de la luz. Esto es histórico.

En la profundidad de este misterio se juega la fe.

Es fácil e idílico creer en tiempos de calma. Duro y fuente de vida, creer en medio de la prueba.

La inseguridad es una de nuestras pruebas de hoy. El enemigo está en y entre nosotros, y desde aquella mañana de Paraíso perdido, diariamente gana batallas; pero también, desde aquella otra tarde de Cruz y Pascua, es sabedor de que perderá la guerra. Sin embargo no se rinde. Con cada batalla ganada nos roba la fe, tritura la esperanza y cauteriza el amor.

Es casi seguro que nos hemos equivocado en la estrategia para luchar. Finalmente todos nos volvimos violentos. Diferentes tipos de violencia, pero violencia al fin.

Las “asimetrías del sistema”, al transformarse en hambre se traducen en violencia.

La eficiencia, al “desocupar” personas, en angustia profunda.

La “moda” en ostentación dolorosa, y el dolor en arma para la extorsión.

Las belleza, mandato. La raza, estigma. El color, marca.

Mi seguridad en tu miedo. Tu miedo en mi desesperación.

Nos estamos lastimando como sociedad.

El mal, desde las cornisas mira y espera el momento. Se tira sobre nosotros para quitarnos lo que nos sobra y termina arrancándonos lo que nos duele. Se tira sobre todos, pobres, ricos, jóvenes, ancianos. Todos. Y en la cornisa del mal también estamos todos. Ricos y pobres, jóvenes y ancianos.

Tenemos que volver a creer en Dios. En el Dios de los salmos.

Tenemos que dejar de sufrir el miedo en la soledad de la angustia y hacerlo oración. Porque rezando nos vamos transformando, vamos intuyendo a Dios en nuestras vidas y entonces, las cosas comienzan a tener un sentido nuevo.

Ovejas entre lobos. Siempre fue igual. Nos diferencia la fe.

Comunidad de ovejas es rebaño, no jauría. Nunca, pese a todo, debemos olvidar que somos rebaño. Nunca, que tenemos Pastor. Nunca, perder la fe.

Convirtamos nuestra angustia en oración. Seamos hoy los salmistas del mundo, para que el mundo cambie. Cantando nuestros salmos salgamos a la calle y hagamos nuestra vida y nuestro trabajo, oración. Dios siempre escucha. Siempre. No nos perdamos el milagro de la vida. No dejemos que el enemigo gane la batalla. No estamos solos.

 
 

Inicio ] [ Atrás ]