24.
Dilema práctico
Walter Turnbull
Es increíble cuántos mensajes
dañinos se pueden emitir en el tiempo de un anuncio.
“Y puede parecer acaso una obsesión”,
dice una bella canción de la “nueva trova”. Efectivamente, estoy
obsesionado. No acabo por acostumbrarme a algunos anuncios de teléfonos
celulares.
Hay uno en que un grupo de adolescentes
se notifican: “reven seguro”. ¿Qué significará hoy en día el término “reven”?
En mis tiempos, “reventón” significaba una reunión en la que, como su
nombre lo indica, algo se reventaba: se rompían los límites, se rompía el
orden, se rompía el control, se rompía la moral, se podía romper una vida.
¿Habrá cambiado el sentido de la palabra, o la sociedad se ha acostumbrado
a este tipo de rompimientos?
Otro anuncio (Telefónica MoviStar) es una
obra en tres actos: En el primer acto un grupo de adolescentes (siempre
tienen que ser adolescentes) está en algo como una excursión. A la llamada
de un papá, el adolescente miente: “Sí, estamos en la playa”, y los demás
hacen ruido como de ambiente de mar. En el segundo, otro grupo -de
adolescentes, claro- se encuentra en una reunión (¿reventón?) a bordo de
un yate, con altas probabilidades de terminar en orgía. Esta vez le
mienten al papá que se encuentran en un concierto. En el tercero, los
adolescentes (siempre adolescentes) van a bordo de motocicletas. Cuando el
papá pregunta, le responden que están en un local de maquinitas de juego.
“Únete al grupo de los que van a donde quieren”, dice una voz.
Es increíble cuántos mensajes dañinos se
pueden emitir en lo que dura un anuncio. Los mismos mensajes dañinos de
siempre, pero con más ingenio:
* La única edad que vale la pena vivir es
la adolescencia. Todos los anuncios van dirigidos a ellos; los demás no
merecemos existir. Tal vez quieren que inconscientemente relacionemos el
celular con la salud y la belleza, o tal vez sepan que el adolescente
inmaduro (hay adolescentes maduros) es una víctima más vulnerable ante de
la propaganda consumista.
* El sexo sin compromiso es fuente de
felicidad. En todas las escenas está implicada una situación de ligue, de
provocación y de contacto físico. La diversión sin sexo es inconcebible. Y
el sexo con responsabilidad también.
* La trasgresión es fuente de diversión.
En los tres casos, nuestros héroes están haciendo algo que según sus papás
no deberían hacer. Para divertirse bien hay que esconderse.
* Los papás son estúpidos, ridículos y
necios. Estúpidos por caer en el engaño de sus hijos, ridículos por
apreciar cosas tan insulsas como un concierto, y necios por querer mandar
a sus hijos a lugares aburridos. Ningún adulto, incluyendo los papás,
merece cariño, respeto ni mucho menos obediencia.
* La vida se puede -más bien, se debe-
vivir sin esfuerzo y sin compromiso. El secreto para ser feliz es vivir
rodeado de diversiones mientras otro infeliz trabaja para que tú tengas
diversión.
* El engaño no sólo no está prohibido,
sino que es aplaudido mientras sea para divertirse.
“El grupo de los que van a donde
quieren”, dice el anuncio. El grupo de los que no se dejan esclavizar por
la lealtad, por la prudencia, por la responsabilidad. El grupo de los que
sólo se dejan esclavizar por sus antojos.
Me pregunto yo: Los dueños de estas
compañías y los que hacen los anuncios, ¿tendrán hijos? ¿Les gustaría que
sus hijos hicieran lo que los están invitando a hacer? ¿Se darán cuenta
del daño que puede significar la desintegración familiar que están
causando?
La situación plantea un dilema práctico:
¿Debo comprarle a mi hija/o un teléfono celular sin cámara para que no le
pueda hacer strip tease al novio/a, o debo comprarle uno con cámara para
que me pueda mostrar dónde se encuentra y cómo está vestida cuando la
llamo?
¿Hay algo que podamos hacer? Por lo
pronto yo les propongo una cosa: si van a comprarle un celular a sus
pimpollos, que no sea de esos.
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