Las dudas del arzobispo Duarte Cancino

Henry Gómez

Los últimos días de monseñor Isaías Duarte Cancino.

 
Los últimos días de monseñor Isaías Duarte Cancino fueron tensionantes. Sus más cercanos colaboradores lo notaron intranquilo y preocupado, y hasta incómodo con algunos miembros de la clase dirigente caleña, afirma hoy en una crónica el semanario colombiano El Espectador.
El viernes 15 de marzo, un día antes de ser asesinado en el atrio de la iglesia El Buen Pastor de Cali, estuvo irascible y gruñón. A tal grado que al final de su jornada de trabajo citó a su confesor, pues consideraba que había actuado de manera injusta. Después llamó al sacerdote Gersaín Paz, párroco de la Iglesia de San Marcos y uno de sus más cercanos colaboradores en la Arquidiócesis, y le insistió en encontrarse pronto, pues debía contarle muchas cosas.
Días antes, sus amigos de la iglesia de La María se percataron de lo mismo. A Claudia Arana, una de las responsables de la corporación creada por los familiares de las víctimas del secuestro masivo cometido por el Eln hace tres años, y de la que era miembro honorario, le dijo que se sentía solo.
Para los ex secuestrados de La María, la actitud de "Monse" como lo llamaban con cariño, no fue la misma seria y regañona que tomaba para infundirles valor en los momentos más tensos del plagio. Por el contrario, transmitía una profunda tristeza.
Este comportamiento era extraño en un hombre que tenía en cuenta las opiniones de los demás y consultaba con frecuencia a sus amigos y colegas. Aunque jamás expresó las razones de su desazón, todos sus amigos y allegados sabían que tenía mucho que ver con la polémica generada después del 8 de febrero, cuando advirtió a sus feligreses que el narcotráfico estaba permeando las campañas políticas al Congreso y los instó a no dejarse engañar y no apoyar estas listas.
Incluso, Heriberto Ceballos, su conductor, cambió las rutas habituales por las que se desplazaba monseñor Duarte. El religioso justificó su petición como un acto preventivo ante la forma como habían evolucionado las críticas por su posición frente al narcotráfico. A pesar de sus temores no se encerró y continuó con su costumbre de caminar por Cali en los momentos de mayor tensión. Incluso, agrega el semanario, estuvo con varios sacerdotes de la Arquidiócesis tomando aguadepanela en el kilómetro 18, dos días antes del atentado.
Jamás mencionó la existencia de algún tipo de intimidación o amenaza contra su vida. A José Amín Cortés, quien maneja la Comisión Vida, Justicia y Paz, organismo de la Arquidiócesis, le expresó varias veces el temor de ver infiltrada su obra social con dinero dudoso. Por eso impartió instrucciones precisas para ser más rigurosos en la aceptación de ayudas para sus proyectos pastorales.
Esta orden no extrañó a nadie. En ese aspecto siempre fue vertical. Su intransigencia se disparaba en asuntos de moral. De manera casi ingenua, tampoco concebía que alguien fuera a atentar contra él. Le preocupaba más que esas fuerzas oscuras a las que había denunciado públicamente intentaran desprestigiar la Arquidiócesis. Pero dos hechos ocurridos días antes lo obligaron a replantear sus temores.
Recomendó a sus colaboradores tener cuidado. Incluso, con algunos contempló la posibilidad de relevarlos de sus funciones para sacarlos de Cali. No quería que se repitieran hechos como el asesinato a finales de febrero pasado de Julio Galeano, quien coordinaba programas de empleo, ocupación y atención social en Siloé, un deprimido sector de ladera ubicado en el sur de la ciudad.
La muerte de este hombre no era el único hecho inquietante. En otros puntos de la capital del Valle, como el barrio Terrón Colorado, levantado a la salida hacía el puerto de Buenaventura, también se habían presentado amenazas contra sus colaboradores. Esto lo llevó a trasladar todas las actividades sociales a un local aledaño a la catedral.
Rechazo al narcotráfico
Advierte el periódico que, el arzobispo de Cali siempre tuvo una posición radical frente al narcotráfico. Preocupado por el manto de ignorancia impuesto por la sociedad caleña frente al daño moral generado por el fenómeno delincuencial, prohibió la celebración de misas, bautizos y matrimonios en casas o fincas de particulares. Además, ordenó a los sacerdotes y obispos bajo su cargo no recibir donaciones sin antes verificar su origen, lícito y su procedencia.
Un año después de su posesión, suspendió de sus funciones al párroco de la iglesia de Yumbo. Monseñor comprobó que el sacerdote recibió una fuerte suma de dinero por parte del narcotraficante Hélmer "Pacho" Herrera para que mediara durante su entrega a las autoridades. Lo mismo ocurrió con cuatro curas más.
Según la publicación, el obispo Duarte era un hombre conservador y tradicionalista. Siempre se distinguió por defender con pasión el sacerdocio y las directrices del Vaticano. Prefirió, entonces, enfrentar las críticas por sus decisiones antes que enfrentar a los religiosos sancionados y a su iglesia a un escándalo.
En muchas ocasiones se pronunció fuerte contra el daño que generaba el narcotráfico en la moral de la sociedad caleña. En público y en privado fustigó a empresarios, periodistas, políticos y particulares. Su posición generó incomodidad entre la sociedad y empezaron a provocarlo con críticas.
Desde el año 2000, durante las pasadas elecciones para alcaldes, gobernadores, diputados y concejales, monseñor recibió informaciones de coaliciones cuestionadas por sus vínculos con el narcotráfico. En particular, la labor que realizaba un hombre conocido con el alias de "El Mango" en Yumbo, quien también financió campañas en Buenaventura, Tuluá y Cali.
Las quejas se acrecentaron con las campañas para el Congreso. Candidatos que prefirieron mantener su nombre en reserva por temor, admitieron ser objeto de amenazas veladas o directas y vetos en regiones como el norte del Valle y Buenaventura.
Para el semanario liberal, otro hecho aumentó la preocupación de monseñor Duarte. El caso se produjo en agosto pasado. Un guerrillero del ELN que actuó en el secuestro masivo en el kilómetro 18 y tuvo bajo su cargo la custodia de los retenidos, lo buscó para desertar y antes de ser entregado a la Defensoría y al Programa Presidencial de Reinserción le confió a monseñor las relaciones de redes del narcotráfico con facciones del ELN y con políticos de la región.
Según el guerrillero, el ELN habría hecho de cobrador de cuentas de narcos contra deudores de las organizaciones vinculadas a la red de Pacho Herrera y en la región del Naya controlaban 2.000 hectáreas de sembradíos de coca y 800 de amapola.
Anónimos amenazantes
El prelado fue siempre vertical en condenar el secuestro. Durante el plagio masivo de los feligreses de La María y del kilómetro 18 presionó la liberación de estas personas sin concesiones ni rescates. En el momento en el que empezaron las extorsiones a las familias de los plagiados, denunció los hechos y fustigó a estas personas para que no pagaran los rescates. Además, excomulgó a los guerrilleros.
A principios de marzo circuló en Cali un anónimo en el que se anunciaba una ofensiva política y militar contra el paramilitarismo y los lazos de estos grupos con empresarios y en concreto señalaban al arzobispo. Al mismo tiempo, algunos periodistas recibieron extrañas llamadas que anunciaban "fiestas de película" aludiendo a posibles actos terroristas o atentados en la capital del Valle.
Para las autoridades, el asesinato de monseñor Duarte está muy relacionado con dos hechos: la presencia en Cali de alias "Julián, el cabecilla del frente José María Becerra del ELN, un mes y medio antes del atentado; este hombre es el autor de los secuestros de La María, el kilómetro 18 y del asesinato del director del DAS en Popayán y la interceptación de una comunicación radial de un frente guerrillero en la que se hacían planes para un posible atentado.
La comunicación fue interceptada horas antes del homicidio de monseñor Duarte y es objeto de estudio, debido a que ese día también se encontraba en Cali el candidato presidencial Álvaro Uribe Vélez.
Para el director del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), Rafael Cuéllar, cualquiera pudo atentar contra el arzobispo de Cali. Los pocas pistas con las que cuentan las autoridades hacen pensar que el crimen fue ejecutado por personas que no eran de la región.
Por lo pronto, se analizan los resultados de medio centenar de allanamientos en Cali y la verificación de antecedentes de por lo menos 500 personas. Sin embargo, recalcó Cuéllar, aún es prematuro hablar de móviles y autores.
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