La clave del desarrollo
Pablo C. Jiménez Lobeira
Una conferencia sobre desarrollo debe, de algún modo, incluir estos
aspectos, para bajar de la esfera de lo superficial a la de lo esencial.
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- Corría el siglo V a.d.C. En Elea (Asia Menor), Xenón presentaba
ante sus perplejos contemporáneos, paradojas como esta: la flecha que
sale del arco nunca llega al blanco. Pues para arribar, necesita
primero recorrer la mitad del camino. Pero para hacerlo, debe haber
alcanzado antes un cuarto del trayecto y, antes, un octavo... En
realidad, hay un número infinito de puntos entre el arco y el blanco.
Y, como se necesita un lapso de tiempo (aunque sea pequeño) para
recorrer cada punto, la flecha tarda, una cantidad infinita de lapsos
de tiempo... Es decir, la flecha no sale jamás de su posición
inicial: el movimiento no existe, es pura apariencia... Nadie (hasta
Aristóteles, cerca de cien años después) pudo resolver
racionalmente la paradoja.
- En el ámbito social, pareciera a veces que sucede lo contrario:
racionalmente todo mundo habla de movimiento, pero en la práctica
nadie lo ve. Aquí “movimiento” -el avance de la flecha- se
denomina desarrollo. ¿Se está desarrollando (moviendo) la región,
el País, el Continente?
El tópico ha sido en ocasiones tan polémico, que muchos optan por
archivar el término “desarrollo” para hablar en cambio de
crecimiento económico (la expansión del PIB potencial), un concepto
que puede amarrarse mejor a cifras numéricas fáciles de contar,
tabular, graficar, comparar e “indexar” (con frecuencia se
pretende que lo matemático equivale automáticamente a “científico”,
“objetivo”, “verdadero”).
- Otros siguen hablando de “desarrollo”, pero han encogido el
concepto a unos cuantos indicadores que según ellos lo resumen. El
índice de desarrollo humano (IDH) de la ONU, por ejemplo, se basa en
cuatro cifras: el PIB real per capita, la esperanza de vida al nacer,
la tasa de escolarización y el porcentaje de alfabetización.
De cualquier forma, la discusión termina enfocada en el “crecimiento”,
o “desarrollo”, o “nivel de vida”, económicos nada más. Los
economistas nos prestan un servicio inmenso definiendo claramente esas
variables y exponiendo las diversas medidas por las que se las puede
cambiar. Pero está claro que no toca a ellos determinar en qué
consista el desarrollo de una sociedad, un concepto que
definitivamente va mucho más allá del aspecto económico (sin dejar
de incluirlo). Ni corresponde tampoco al Banco Mundial, ni al Fondo
Monetario Internacional, ni a la Organización de las Naciones Unidas.
Eso compete a los ciudadanos, a quienes componemos la “sociedad”
de un país.
- Durante estos días se celebra en Monterrey la Conferencia para el
financiamiento del desarrollo, y cabe formularnos dos preguntas
cruciales: 1ª ¿Qué entiende la ONU cuando habla de “desarrollo”?,
y 2ª ¿Cómo queremos nosotros que sea el desarrollo de nuestro
país? Pues se discute mucho en este tipo de foros cómo lograr las
metas de “desarrollo”, y de si los medios y propuestas que se
presentan en esos foros y que luego se sugieren (a veces con
vehemencia) a los países “en vías de desarrollo”, son eficaces.
Pero se habla muy poco de lo que se entiende por desarrollo. Sobre
todo se corre el peligro de que el concepto se economice, es decir, se
reduzca a la consideración de un aspecto real, pero parcial: el
económico.
- Cuando hablamos de desarrollo nos estamos refiriendo a un tipo de
movimiento, al avance hacia una meta, como el de la flecha de Xenón
de Elea, que apuntaba hacia el blanco. Ahora bien, antes de determinar
qué tan rápido debe moverse la flecha y cómo se la puede acelerar,
hay que preguntarse en qué dirección se va a mover. Y para esto,
antes todavía, ha de definirse a dónde se quiere llegar, cuál es el
blanco.
- La sociedad se compone de diversos organismos humanos, como
empresas, universidades, talleres, sindicatos, comunidades y -en su
núcleo más esencial- familias. Y estos organismos se integran, a su
vez, de personas. Hablar de desarrollo conllevará, por lo tanto, la
búsqueda del bien de cada persona y de todas las personas en la
sociedad, o sea del bien común.
- A fin de cuentas, el asunto del desarrollo, si queremos que
signifique más que una mera abstracción, ha de tratarse a la luz de
qué es la persona humana, actriz del desarrollo y sujeto primario del
bien común. Si descubrimos que la persona es algo más que un robot
de producción y de consumo que reacciona maquinalmente ante los
estímulos de la publicidad y la mercadotecnia, si encontramos que
necesita bienestar económico sólo como medio inicial para
desarrollarse plenamente, si observamos que la meta final del
desarrollo es el bienser que consiste en llevar a la mayor perfección
factible todas las potencias ya virtualmente contenidas en la
naturaleza del hombre, entonces el desarrollo deberá abordarse desde
una perspectiva mucho más amplia, mucho más integral. El bien común
no consiste en estar cómodos, sino en ser felices. Y la felicidad del
hombre no se compra con una tarjeta de crédito, se labra mediante el
conocimiento de la verdad en todos los órdenes y mediante la
adquisición de las virtudes que más reflejan la grandeza del hombre:
el respeto, la sinceridad, la justicia, la fortaleza, la prudencia, la
tenacidad y la solidaridad, entre otras.
Por eso una Conferencia para el financiamiento del desarrollo, como la
que tendrá lugar en nuestra ciudad, no puede soslayar ciertos temas
básicos:
1º Lo que se desarrolla es la sociedad, compuesta de seres humanos,
de personas.
2º El desarrollo es el movimiento de una situación dada a otra
mejor. El crecimiento económico es la herramienta inicial para que se
logre el desarrollo, pero nunca la meta.
3º La meta del desarrollo es el bien común, o sea el bien de cada
persona y el de todas las personas que integran la sociedad.
4º El bien de la persona radica en que desenvuelva las
potencialidades que corresponden a su naturaleza humana, en todas sus
dimensiones, hasta alcanzar la mayor perfección factible.
5º Entre las dimensiones del hombre que hay que desarrollar, están:
su corporeidad (aquí entra la salud por ejemplo), su carácter
espiritual (inteligencia que conoce y maneja conceptos, voluntad que
busca y aferra virtudes), su afectividad (sentimientos, emociones,
pasiones), sus sentidos (como la imaginación y la memoria), su
sociabilidad (la convivencia con otros, la capacidad de diálogo, la
participación política).
6º El desarrollo de la persona hacia su bien -y por tanto el de la
sociedad hacia el bien común- se opera primariamente a través de la
transmisión de valores y conocimientos (en la familia y en la
escuela).
7º La clave del desarrollo se encuentra, pues, en la educación, que
de acuerdo a la raíz etimológica del vocablo, significa ayudar
eficazmente al educando a desplegar las potencialidades de su persona,
en todos los órdenes, con el fin de alcanzar la mayor perfección que
le es posible.
- Una conferencia sobre desarrollo debe, de algún modo, incluir estos
aspectos, para bajar de la esfera de lo superficial a la de lo
esencial. Sólo así se resolverá la paradoja de Xenón en el campo
social.
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