Periodismo, Iglesia y sociedad

Amín Cruz

Ttenemos el reto para hacer posible que los “mass medias” sean instrumentos valiosos para anunciar la Buena Nueva, de manera eficaz, un Jesucristo Vivo y Resucitado, como Señor de la historia que defiende la vida y la verdad.

 
Conferencia en R.D.: Colegio Dominicano de Periodistas
y Asociación de Comunicadores Católicos del C.D.P.
Queridos hermanos, hermanas, presentes:
Quiero dirigir unas palabras especiales para quienes viven, luchan y
mueren en las ciudades: Los periodistas, los obreros, los empleados, los
desempleados, los maestros, los estudiantes, los inmigrantes, los jóvenes,
los bodegueros, los vendedores ambulantes, los choferes, los cargadores, los
artistas, las amas de casas, los niños, las niñas, las mujeres, los ancianos,
a todos y todas...

Ustedes y nosotros tenemos dolores y preocupaciones idénticos, ustedes y
nosotros nos hacen objeto de burlas y malos entendidos por nuestra fe, por
nuestro mensaje, por nuestro lenguaje, pero principalmente por nuestra
procedencia que nos hace diferentes a los dueños del poder y de la mentira.

Nosotros los encargados de la comunicación que queremos ser honestos por
nuestra fe, nuestra ética y por nuestro compromiso, muchas veces se nos
niega, se nos controla, se nos reprime simplemente por ser pequeños y pobres.
Nosotros para comunicar muchas veces no tenemos personal, instrumentos o
medios adecuados para ser eficientes, eficaces y mucho menos competitivos,
porque hay una inmensa brecha que se ha desarrollado y se sigue desarrollando
entre los medios poderosos y nosotros los desposeídos.

Porque creemos en la voz de la Iglesia, queremos hacer posible que la
información sea siempre verdadera, honesta y conveniente, es decir debe
respetar escrupulosamente las leyes morales y los legítimos derechos y la
dignidad del hombre, tanto en la obtención de la noticia como en la difusión,
salvando así la justicia y la caridad. (Concilio Vaticano II).

El periodismo en la Iglesia Católica de hoy día, es muy diferente al
periodismo del siglo pasado, quiero decir de años pasados. La historia de
nuestra Iglesia viene desde lejos y durante el transcurrir de esos años se
han escrito en las páginas de la historia inmensidades de cosas buenas y
malas...
Pero vamos a hablar del periodismo contemporáneo, porque es el que está
acorde con nuestros tiempos, principios o postulados de una Iglesia en acción
donde predica un Cristo Vivo, que vive con su pueblo. Este periodismo
Católico se diferencia mucho del pasado, y no es porque no existía ese pueblo
y un Cristo Vivo. Los tiempos cambian y hemos entrado en un nuevo Milenio y
la Iglesia tiene que resucitar como Cristo y bañarse de ese Espíritu Santo en
el deber cotidiano del hermano en cada esquina o calle de nuestras ciudades...
El Papa, en el Año Santo Jubilar, pidió perdón por los errores de la
Iglesia en el pasado, ese es un paso de avance, porque no somos infalibles,
somos seres humanos. De igual manera deben hacer algunos periodistas y dueños
de medios de comunicación, pedir perdón por las noticias que han difundido
de intranquilidad, motivando la miseria, opresión y conflicto en miles de
hogares. Es tiempo de asumir un compromiso, la prensa en general, sobre todo
a los dueños de periódicos a humanizarse más por los indefensos tal como lo
hizo Jesús.
Todos los periodistas tenemos un gran compromiso con el pueblo, ese
pueblo que no tiene voz, somos nosotros los comunicadores sociales sus
voceros. Se preguntaran algunos de ustedes ¿Porque dice eso? lo decimos por
la razón de que los medios de comunicación en su gran mayoría lo que buscan
es dinero, difundiendo portadas sensacionalistas y noticias desorientadoras
que generan riqueza y alienación, a ellos no les importa el sentir del
pueblo.
En cambio, el periodista cristiano con conciencia, no debe tener el signo
económico. Es un periodismo alternativo, diferente que debe ser atractivo y
humanizador e identificarse con el sentir del pueblo. Su gran preocupación
debe ser de orientar, educar en aras de la prosperidad colectiva, sobre la
base de levantar los valores morales, sociales, culturales y espirituales.
Con el llamado que ha hecho el papa; nosotros los periodistas del mundo
hemos retomado un mayor compromiso con nuestra iglesia y la sociedad. Hoy
podemos ver con más frecuencia medios de comunicación religiosos en nuestras
comunidades, de igual manera tenemos más periodistas al servicio de las
causas más noble de la sociedad.
Ese llamado del año Jubilar 2000, los han tomado en serio los laicos,
seglares, sacerdotes e Iglesia en general envolverse más en los medios de
comunicación, esto despertó en gran medida quizás la razón de que la Iglesia
Católica en el mundo tomara la iniciativa de crear y comprar emisoras,
periódicos, televisión, revistas y penetrar en el internet etc. Ejemplo los
tenemos aquí y en New York entre otros paises....
Esta iniciativa es muy buena, porque ha abierto la puerta a los laicos,
ahora bien esperamos que tanto los laicos, seglares, sacerdotes y el mundo
cristiano asuma responsablemente el papel de servir a su pueblo o sociedad,
llevando una información transparente y diáfana que sirva de guía a la
presente y futura generaciones, sin atadura ni censuras ni corta pisa, Cristo
vino a defender al pueblo hasta el extremo que murió en la cruz.
Los periodistas cristianos de nuestro tiempo debemos asumir una posición
más firme tanto dentro como fuera de la Iglesia, en defensa de esos hombres,
mujeres, niños, ancianos entre otros que no tienen voz que los defienda en
las tribunas, aunque Cristo ahí está con ellos, necesitan de sus testigos
para defenderlos y comprometerse hasta las últimas consecuencias y cabe
señalar y recordar que han asesinado, torturado, desaparecido, encarcelado y
perseguido muchos periodistas, misioneros, religiosos entre otros, que han
defendido el principio ético del periodismo que consiste en decir y defender
la verdad y solamente la verdad.
El periodismo es una profesión de valientes. En la última década, más de
200 periodistas fueron asesinados por cumplir con su deber de informar. Sólo
en este año se han perpetrado más de 10 crimenes, además de secuestros,
amenazas e intimidaciones
El papa Pío XII, en su discurso a los participantes en el I Congreso
Internacional de Prensa Católica, puntualizaba así el papel del periodismo
católico:
«Los hombres a quienes debería tocar la misión de esclarecer y guiar a la
opinión pública se ven frecuentemente, los unos por su mala voluntad o por su
insuficiencia, los otros por imposibilidad o por presión, en una mala postura
para dedicarse a ello con libertad y con éxito... la prensa católica debe
oponer un obstáculo infranqueable al retroceso progresivo, a la desaparición
de las condiciones fundamentales de una sana opinión pública y consolidar e
incluso reforzar lo que de ella queda. Renuncie de buena gana a los vanos
provechos de un interés vulgar o de una popularidad de mala ley; sepa
mantenerse, con enérgica y decidida dignidad, inaccesible a todos los
intentos directos o indirectos de corrupción... la prensa tiene un papel
decisivo que realizar en la educación de la opinión, no para dictarla o
dirigirla, sino para servirla útilmente».[1] L’ Importance, 17 de febrero de
1950, nn. 13-16.
Estas palabras de Pío XII, por más de una razón parecieran escritas para
nuestros tiempos en pleno siglo XXI. Por tanto debemos trabajar
solidariamente en nuestra Iglesia para llegar al pueblo a través de los
medios de comunicación social como signo real de compromiso. Nosotros somos
hijos de ese pueblo y no debemos separarnos jamás, porque Jesucristo nunca se
separó de su pueblo, siempre estuvo y estará entre nosotros.
Los medios de comunicación y los periodistas como educadores y
orientadores de opinión tenemos una responsabilidad histórica. La búsqueda
incesante de la verdad y del bien común debe guiar nuestra acción. Las
denuncias valientes y documentadas, la confrontación de fuentes informativas,
la investigación a fondo serán el mejor soporte para esta lucha sin cuartel.
Hay que sepultar para siempre a los grandes atracadores de los fondos
públicos y privados, pero también a los detractores de la honra ajena y a
todos quienes atentan contra la dignidad social.
Nada de tapujos, de informaciones a medias, de omisiones o
tergiversaciones, de escándalos que buscan solo desorientar o desviar la
atención para salvaguardar ciertos intereses.
Sólo un público bien informado opina inteligentemente, dice un viejo
adagio periodístico cuyo contenido obliga a reflexionar sobre la inmensa
responsabilidad de los periodistas y medios de comunicación como educadores y
formadores de opinión.
La libertad de prensa hay que defenderla con pasión y no sólo defenderla
sino practicarla con total apego a la verdad y al bien común. No hay que
servirse de ella con censuras solapadas, intereses de medios o personas
vinculadas al sector económico que buscan prebendas a través del ejercicio
periodístico, omisión de información, poco o ningún espacio para sectores
populares o líderes de opinión que no responden a sus intereses.
En gran medida nos preocupa profundamente la pérdida de credibilidad de
la ciudadanía en los medios de comunicación, que se dan en ciudades como: New
York, República Dominicana y otra naciones del mundo. Esto debe llevar a
todos los periodistas, directores y dueños a una profunda autocrítica para
saber si se está verdaderamente cumpliendo con el rol que les corresponde, si
se está respondiendo a los intereses del pueblo y si se labora con
profesionalidad y profunda convicción ética.
Pero pese a la crítica hay que rescatar la tarea cumplida, en una lucha
titánica, por los verdaderos misioneros del periodismo. Los medios de
comunicación han sido quizá la única sanción moral que han recibido los
corruptos.
¿Como podemos conjugar el
periodismo en la iglesia y la sociedad?
Como hemos dicho anteriormente el periodismo juega un papel preponderante
en la vida de la iglesia y en la sociedad por su capacidad de influenciar.
Este tema ofrece la oportunidad a la Iglesia de meditar y aprovechar la
contribución que los medios de comunicación social hacen para difundir la
Buena Noticia liberadora de Jesucristo. También da la oportunidad a los
comunicadores de reflexionar y actuar sobre cómo los valores religiosos
pueden enriquecer e iluminar sus producciones comunicativas, como sus propias
vidas y a todos aquellos a quienes esos medios sirven. (Entiendase, no
estamos hablando de un periodismo de alienación)
Comunicar a Jesús: “El Camino la Verdad y la Vida”.
El “camino” de Cristo se ha de presentar como un camino, como una senda
que orienta, que tiene un rumbo y un horizonte amplio y bueno, así también
como camino de una vida virtuosa, fructífera, dinámica y dialéctica, camino
que nos lleva a convivir como hijos de Dios, como hermanos y hermanas que
somos. La “verdad” de Cristo es la verdad, es aquella que esta en contra y se
opone radicalmente a la hipocresía a los anti - valores, a las mentiras y a
la falsedad es en fin la verdad eterna de Dios. La “vida” de Cristo como la
interpretamos es la vida de la gracia, pero también es la vida digna, con
justicia, con libertad humana y participativa. Cuando los periodistas
católicos estén verdaderamente convencidos de esto, sus vidas cambiaran y se
iluminaran. Esta transformación se manifiesta como testimonio personal que
interpela y da credibilidad.
Con el debido respeto por las actividades comunicacionales de cada una de
las Iglesias y de las comunidades eclesiales, sería un significativo logro
ecuménico que los cristianos pudiéramos cooperar más solidariamente entre sí,
para contribuir en la transformación de un mundo más humano haciendo posible
la “civilización del amor” como manifestación concreta del reino de Dios aquí
y ahora.
En sí el periodismo hispano, ha tenido altas y bajas en este país. Los
dueños de los medios de comunicación hispano, solamente miran el valor
económico de lo que les pueden producir esas páginas, sin importarles el
medio ambiente y la sociedad como un pueblo humano. En cambio la iglesia que
vive predica a un Jesús que es “el camino, la verdad y la vida”, es también
“la luz del mundo”: la luz que ilumina nuestro camino, la luz que nos hace
capaces de percibir la verdad, la luz del Hijo que nos da la vida
sobrenatural ahora y en el tiempo venidero, pero debe comprometerse más
directamente a enfrentar los problemas de esta sociedad en los medios de
comunicación.
Quizás sea una osadía de mi parte, por ser un simple laico comprometido,
llamarlos a todos a poner en práctica esta verdad a voces de nuestra iglesia,
este sería el regalo más bello que podemos ofrecer a Jesucristo en estos 2002
años de su nacimiento, sería que la Buena Nueva fuera al fin dada a conocer a
cada persona en el mundo -antes que nada a través del testimonio del ejemplo
cristiano- a través de la prensa. “Comunicar a Jesucristo: el Camino, la
Verdad y la Vida”. Que esta sea la aspiración y el compromiso de todos los
que profesan la singularidad de Jesucristo, fuente de vida y verdad (Juan 5,
26; 10 y 28), y quienes tienen el privilegio y la responsabilidad de trabajar
en el vasto e influyente mundo de las comunicaciones sociales.
Por lo tanto, los cristianos no deben nunca permanecer callados, el Señor
nos ha confiado la palabra de salvación que todo ser humano anhela. El
Evangelio ofrece la perla de gran valor que todos están buscando (Mateo 13:45
- 46).
En consecuencia, la Iglesia no puede dejar de estar cada vez más
profundamente comprometida con el efervescente mundo de las comunicaciones.
De día en día la red de las comunicaciones globales se extiende y crece de
forma más compleja y los medios de comunicación ejercen visiblemente una
mayor influencia sobre la cultura y su divulgación. En el pasado los medios
informaban sobre los acontecimientos, ahora, con frecuencia, son las
necesidades de los medios las que dan forma a los acontecimientos.
De este modo la interacción entre la realidad y los medios se ha hecho
cada vez más compleja dando lugar a un profundo fenómeno ambivalente. Por una
parte se puede deformar la distinción entre verdad e ilusión; pero por otra,
es posible crear oportunidades sin precedentes para hacer que la verdad como
tal, sea mucho más accesible a la gran mayoría de las personas. Es tarea de
la Iglesia asegurar que esto último sea lo que realmente suceda.
A veces el mundo de los medios puede parecer indiferente e incluso hostil
a la fe y la moral cristiana. En parte esto sucede porque la cultura
mediática se ha ido penetrando progresivamente por un sentido típicamente
postmoderno donde la única verdad absoluta admitida es la inexistencia de la
verdad absoluta o, en caso de que ésta existiese, sería inaccesible a la
razón humana y por lo tanto irrelevante.
Con una tal perspectiva, lo que acontece no es la verdad sino “el
relato”; si algo es noticia digna o entretenida, la tentación de apartar las
consideraciones de la verdad se hace casi siempre irresistible. Como
resultado, el mundo de los medios puede, algunas veces, parecer un ambiente
tan poco propicio para la evangelización como el mundo pagano en tiempos de
los Apóstoles. Pero del mismo modo que los primeros testigos de la Buena
Nueva no se retiraron cuando encontraron hostilidad, tampoco hoy los
seguidores de Cristo debemos hacerlo. El grito de Pablo resuena todavía entre
nosotros: “¡Pobre de mí si no anunciara el Evangelio!” (1 Cor 9:16).
*Así como toda la Iglesia desea tener en cuenta la llamada del Espíritu,
los comunicadores cristianos tienen “una tarea, una vocación profética:
clamar contra los falsos dioses e ídolos de nuestro tiempo ­ el materialismo,
el hedonismo, el consumismo, el nacionalismo extremo...” (Ética en las
Comunicaciones Sociales, 31).
Por encima de todo, ellos tienen el deber y privilegio de proclamar la
verdad ­ la gloriosa verdad sobre la vida humana y el destino humano revelado
en la Palabra hecha carne. Los católicos comprometidos en el mundo de las
comunicaciones sociales pueden predicar desde los terrados la verdad de Jesús
con mucho más valor y alegría, de forma que todos los hombres y mujeres
puedan oír hablar sobre el amor que es el corazón de la autocomunicación de
Dios en Jesucristo, que es el mismo hoy que ayer y será el mismo siempre (Heb
13:8).


Para concluir...
“Si los pueblos se refugian en la tolerancia y ella determina la
degeneración social de las conciencias, el miedo a la verdad de parte de
quienes tienen poder, los convierte en gestores de todos los signos de
corrupción” dice Monseñor Alberto Luna Tobar.
Este pensamiento obliga a impulsar un cambio profundo de actitud para
lograr el rescate moral de la nación o naciones. Declarar guerra a muerte a
la corrupción es una necesidad vital para precautelar la estabilidad del
país, la democracia, la supervivencia de los pobres y para recuperar el
orgullo del pueblo. En esta lucha, la responsabilidad es de todos.
Pero existen esperanzas, a partir de considerar que los problemas comunes
reciben un mínimo proyecto moral y que la ética cívica es un verdadero
proyecto reestructurador de la convivencia social.
En esta realidad, ¿cuál es el papel de los comunicadores sociales y de
los periodistas?; Bien la historia se escribe en minúscula y con letras
sencillas, para puntualizar que “ustedes y nosotros somos los ojos, los
oídos, la voz y la conciencia de la sociedad al interpretar con objetividad,
con frontalidad, con independencia y con entereza la situación de este país
para señalar el término de solución”.
Aprovecho este momento para hacer un llamado y un compromiso en nombre de
la Iglesia, a través del decreto del Concilio Vaticano II, que nos dice
“Corresponde principalmente a los seglares vivificar con espíritu humano y
cristiano esta clase de medios a fin de que respondan plenamente a la gran
esperanza del genero humano y a los designios divinos”. “Inter miríficas” #3,
Tal como dice el Obispo Josu Iriondo, “podemos hacer la diferencia” todos
nosotros, comunicadores, laicos, religiosos, sacerdotes, tenemos el reto para
continuar esta obligación, este trabajo todavía y aun pendiente e inconcluso,
de hacer posible que los “mass medias” sean instrumentos valiosos para
anunciar la Buena Nueva, de manera eficaz, un Jesucristo Vivo y Resucitado,
como Señor de la historia que defiende la vida y la verdad.
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