Homosexualidad y esperanza
José Ignacio Munilla
Aguirre
La perspectiva cristiana de la homosexualidad es una apuesta por la
esperanza, contra el fatalismo. Frente a las teorías freudianas, pensamos
que la persona humana no se agota en su orientación sexual.
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- El cambio en la consideración de la homosexualidad, de trastorno
psicopatológico a mera condición sexual alternativa, se ha debido
más a las presiones de los influyentes lobbys gays, que a nuevas
evidencias científicas. Fue en 1980 cuando estos grupos
consiguieron una de sus mayores "victorias", al lograr que
la Asociación Americana de Psiquiatría retirara la homosexualidad
del manual de trastornos comportamentales (Diagnostic and
Statistical Manual). Está claro que no se trató de una decisión
tomada por motivos científicos; y prueba de ello es que en la
tercera edición del citado manual se ha llegado al absurdo consenso
de afirmar que la homosexualidad es un desorden sólo cuando no es
querida por el sujeto (págs. 281-282). Una solución bastante
ridícula, ya que hace depender la consideración de la tendencia
homosexual de la percepción subjetiva de quien la padece. ¡Si te
parece bien tu homosexualidad, entonces no es un trastorno; y si te
parece mal, entonces sí! ¡¡Todos contentos!!
- Uno de los más graves problemas que padecen las personas
homosexuales es el escaso número de profesionales que trabajan en
la investigación y el tratamiento de su tendencia. La tremenda
presión que se puede llegar a soportar en nombre de lo
políticamente correcto, llega a coartar la libertad del ámbito de
la ciencia.
- Existen, no obstante, profesionales de primera línea que se
atreven a continuar afirmando lo que la psiquiatría siempre ha
afirmado: estamos ante un trastorno neurótico (Van Den Aardweg,
Bieber & Bieber, Aquilino Polaino, etc...). Y lo que es mejor,
no cejan de ofrecer sus terapias curativas con resultados nada
desdeñables. Me remito al estudio de Bieber & Bieber, publicado
en base a la entrevista con más de mil homosexuales varones. Tras
formular su teoría, concluye: "Un chico que goza de una buena
relación con su padre no llegará a ser homosexual... En la mayor
parte de los casos el hijo homosexual tenía una relación demasiado
íntima con la madre...; con frecuencia la madre prefería este hijo
a su marido". Mención especial merecen los estudios del
psiquiatra holandés Gerard J.M. Van Den Aardweg, quien explica la
homosexualidad como un complejo de autocompasión; proponiendo una
terapia contrastada en el momento de su publicación ya con 264
pacientes ("Homosexualidad y esperanza. Terapia y curación en
la experiencia de un psicólogo" EUNSA, 1997).
- Pasemos seguidamente a la visión pastoral. Es nuestro deber
acoger con respeto y delicadeza a todas las personas homosexuales,
de forma que se sientan queridas y aceptadas incondicionalmente.
Pero tengamos presente que sólo lo verdadero puede ser realmente
solidario y caritativo. No hay otro camino de liberación para las
personas homosexuales que la lucha por corregir sus propias
tendencias desviadas. La rendición a esa neurosis sexual, la
búsqueda de contactos y relaciones, inestables y frustrantes por su
propia naturaleza, desemboca a la larga en una profunda
insatisfacción, por mucho que se disfrace de ruidosa alegría
aparente.
- En los documentos en los que la Iglesia Católica aborda esta
cuestión, no se habla nunca de "homosexuales", sino de
personas con una tendencia homosexual. No existe el
"homosexual", como si se tratara de una condición
constitutiva de la especie humana. Una perspectiva que rompe la
tendencia al "gueto" que tanto caracteriza al mundo
homosexual. La condición homosexual no es la primera y ni siquiera
la última en la escala de las condiciones desordenadas que deben de
centrar nuestra atención. Se debe colocar al mismo nivel de otras
tendencias morales desordenadas, como el deseo de posesión, el
ansia de dominio; o quizás también al mismo nivel que otras muchas
compulsiones y adiciones neuróticas.
- Si la dinámica del instinto fuera suficiente para dar por buena
una conducta, la moral se esfumaría hasta el punto de que cada uno
terminaría por hacerse una ética según su impulso y apetencia.
Sin embargo, no podemos olvidar que los hechos no constituyen un
criterio moral por sí solos. La Iglesia no hace sino recordar que,
tal y como se deduce el dinamismo de la naturaleza del ser humano,
los actos homosexuales se alejan radicalmente del significado que
Dios ha dado a la sexualidad humana.
- A lo dicho hasta aquí hay que añadir que el fenómeno de la
homosexualidad no tiene siempre un origen de trastorno neurótico en
la pubertad, sino que por influjo de la pornografía, cada vez con
más frecuencia se están dando casos en los que la desviación
sexual ha sido adquirida, a base de adentrarse en una espiral de
experiencias eróticas obsesivas. Es decir, en estos casos se puede
aplicar aquella paradoja de que no es el ladrón el que hace el
robo, sino que ese el robo quien hace al ladrón.
- En definitiva, la perspectiva cristiana de la homosexualidad es
una apuesta por la esperanza, contra el fatalismo. Frente a las
teorías freudianas, pensamos que la persona humana no se agota en
su orientación sexual. A pesar de nuestros desequilibrios,
mantenemos posibilidades de crecimiento y de renovación. Nosotros
creemos en la dignidad del hombre, lo cual es creer en su libertad.
Si no nos empleamos en la batalla por ser dueños de nuestra
voluntad, acabaremos siendo esclavos de nuestros instintos.
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