El 11 de octubre del 2002 se cumplen 40 años de la solemne apertura del
Concilio Vaticano II realizada por el hoy Beato Juan XXIII, el Papa Bueno.
El 11 de octubre del 2002 se cumplen 40 años de la solemne apertura
del Concilio Vaticano II realizada por el hoy Beato Juan XXIII, el
Papa Bueno.
Después de su anuncio (25 de enero de 1959), de su período
antepreparatorio (1959-1960), y de su período preparatorio
(1960-1962), finalmente, se inicia la primera etapa conciliar (11 de
octubre de 1962 al 8 de diciembre de 1962). No se promulgará en esta
etapa ningún documento.
El año siguiente, el 3 de junio morirá nuestro buen Papa Juan.
Después de electo Paulo VI (21 de junio de 1963) se inicia la
segunda etapa conciliar (29 de septiembre al 4 de diciembre de 1963),
y así la tercera (14 de septiembre al 21 de noviembre de 1964) y la
última(14 de septiembre al 8 de diciembre de 1965).
Este Concilio Vaticano , promulgó 16 documentos:4
constituciones(Lumen Gentium, sobre la Iglesia; Dei Verbum, sobre la
Divina Revelación; Sacrosanctum Concilium, sobre la Sagrada Liturgia;
Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el Mundo Actual); 9 decretos:
sobre los Obispos, sobre los Presbíteros, sobre la formación
sacerdotal, sobre la vida religiosa, sobre el apostolado de los
seglares, sobre las Iglesias Católicas Orientales, sobre la actividad
misionera, sobre el ecumenismo, y sobre los medios de comunicación
social; y 3 declaraciones: sobre la libertad religiosa, Dignitatis
Humanae, la declaración sobre la educación cristiana de la Juventud,
Gravissimum Educationis y la declaración sobre las relaciones de la
Iglesia con las religiones no cristianas, Nostra Aetate.
De los Concilios anteriores, 20, revelan una Iglesia fiel a la
verdad con el toque característico de la defensa; las circunstancias
así lo exigían. Este último tendrá en el diálogo su clave
interpretativa.
Nos ofrecerá la lozanía de la Iglesia, del humanismo cristiano, la
visión histórica y trascendente de la persona humana y del mundo en
que vivimos. Será un Concilio que llevará la impronta de la
personalidad del Papa Juan no afecto a condenas sino afable y de quien
tiene el corazón de niño, nos ofrece la frescura de una nueva
primavera para la Iglesia y para el mundo.
¿Qué esperaba el Beato Juan XXIII del Concilio Vaticano II? Se
acercó a una ventana de sus aposentos y en gesto de abrirla expresó
la frase más elocuente: “un poco de aire fresco”; y en otro
momento, “hay que sacudir el polvo imperial que se ha acumulado
sobre el trono de San Pedro desde Constantino”.
Este Papa quería: “dondequiera que esté Roma, debe hallarse
bondad maternal. Queremos sobre todo que el Concilio sea un acto de
bondad”.
El Beato Juan XXIII no quería de la Iglesia un museo de
arqueología, sino “la antigua fuente que da agua a las generaciones
de hoy como la dio a las del pasado”.
También quería que “cada parroquia fuera su álbum de familia”.
Aunque tenía corazón de niño era perspicaz en su misión de buen
pastor: “En la intrincada selva de las noticias, cada uno quiere que
el mundo se organice según su opinión. Así, se ha hablado de un
Papa político, de un Papa sabio, de un Papa diplomático, cuando el
Papa es el Papa. Es el buen pastor que intenta llegar a las almas y
ver la verdad. La verdad y la bondad son como dos alas. No debe
hacerse al Papa según los propios planes”.
Tomar la vida y los escritos del Papa Juan nos permitirán en parte
poseer el espíritu de interpretación del Concilio.
En 38 años es posible que el polvo imperial aún permanezca en
algún intento de retorno al pasado, que no a las fuentes
transparentes del Evangelio.
En tiempos de cambios vertiginosos, de anhelos de oropel y de poder,
de vacíos y mediocridades, el polvo imperial es una tentación que
puede obnubilar la mirada del niño y opacar el rostro del cristiano
en el cual sólo debe brillar el rostro de Cristo, quien es “la suma
humildad” en dicho de otro Juan: San Juan de la Cruz.