6. Padres Blancos
Walter Turnbull
En 1984, el Consejo General de los Misioneros de
África decide enviar los primeros padres a México a “dar la oportunidad a
la Iglesia mexicana de participar en esa hermosa misión”.
Tuvimos el honor, en “El Observador”, de ser invitados
el pasado sábado 27 de Noviembre a la misa y fiesta de celebración de los
20 años de presencia de los “Padres Blancos” en Querétaro (y en México).
Yo tuve la oportunidad de asistir a la misa.
Fue una misa concelebrada, compartida y festiva. Se
podía respirar el cariño, la confianza y el compromiso que inspiran en la
comunidad estos Misioneros de África. En la misa se realizó también la
imposición de cruces a los 7 seminaristas que pronto serán enviados a
comenzar su labor en África, frutos de la cosecha en tierra mexicana. Las
cruces fueron pasadas de mano en mano entre todos los asistentes a la misa
para depositar en ellas, con un signo, el cariño y las oraciones que han
de acompañar a los nuevos misioneros en su labor evangelizadora.
Los Misioneros de África fueron fundados en 1868 en
Argelia por el cardenal Carlos Lavigerie, una de las grandes figuras
misioneras del siglo XIX, que aceptó abandonar su diócesis inspirado en el
espíritu de San Pablo: “Ay de mí si no evangelizara”, y “hacerse todo con
todos para ganarlos a Cristo”. Su misión: “Vamos al encuentro de los
pueblos, culturas y religiones, en especial el Islam, las Religiones
Tradicionales Africanas y los nuevos movimientos religiosos”. Además de
llevar a Cristo a los que no lo conocen, su objetivo es entablar una
relación de conocimiento respetuoso con las otras religiones y construir
puentes de fraternidad entre gentes de diferentes regiones. La vida en
comunidad -“que siempre sean al menos tres”- y el internacionalismo son
parte importante de su actividad. Todas las casas de Padres Blancos son
comunidades internacionales de convivencia, trabajo y oración. Desde el
principio se distinguieron por su túnica blanca -como el vestido de los
argelinos- y el rosario al cuello que los identificaba como hombres de
oración. Una característica de su personalidad, que ha marcado la
religiosidad en África, es la “espiritualidad bíblica”. “La mayoría de los
profesores de Biblia en África -dicen con justificada satisfacción- son
Padres Blancos. “Es un regalo que el Espíritu ha dado a África por medio
de nosotros”.
Hoy en día hay cerca de 1,800 Padres Blancos esparcidos
por el mundo, por supuesto la gran mayoría en 23 países de África. Su
misión es ya no sólo el dar a conocer a Cristo, sino hacerlo presente en
aquellos puntos que son más vulnerables; tantos lugares en donde campea la
pobreza, la injusticia, la violencia, la enfermedad, la guerra, la
persecución, la explotación, el hambre, el abuso, la desgracia... en donde
es necesario renovar la vida espiritual. Una presencia de ayuda a los
exiliados y a los huérfanos del sida o de la guerra; y una voz para dar a
conocer su situación por todo el mundo y para pedir (debería decir
reclamar) la justicia y la ayuda necesaria. Les ha tocado vivir guerras de
independencia, guerras civiles, epidemias, hambrunas y sequías. “Cuando
muchos se marchan, los misioneros nos quedamos, aunque sea para dar
testimonio de nuestro interés por ellos”. El peligro de muerte para un
Misionero de África no es muy grande -afirman los padres- pero lo que sí
se asegura es la existencia en situaciones muy precarias”. A la pregunta
de si todavía se puede catequizar o hay que limitarse a la promoción
social, responden que la catequesis se sigue dando exitosamente, porque
los pobres tienen más necesidad y más apertura a la consolación que trae
el cristianismo.
En 1979, en Puebla, México, en la Conferencia Episcopal
de América Latina, los obispos dijeron: “... ha llegado para América
Latina la hora de intensificar servicios mutuos... y de proyectarse más
allá de sus propias fronteras... ha llegado la hora de compartir desde la
pobreza”.
En 1984, el Consejo General de los Misioneros de África
decide enviar los primeros padres a México a “dar la oportunidad a la
Iglesia mexicana de participar en esa hermosa misión”. Sus objetivos son:
Crear una comunión entre las Iglesias de África y la Iglesia de México;
promover grupos sensibles a la problemática “sur-sur”; trabajar en la
animación misionera y vocacional tanto para África como para la diócesis;
y trabajar en la pastoral de conjunto de la diócesis. Su primer empeño fue
descubrir la riqueza de la cultura mexicana y aprender el lenguaje (que,
por cierto, lo hablan sorprendentemente bien).
A la fecha la comunidad cuenta con 7 seminaristas y, a
lo largo de estos años, 5 mexicanos han sido ordenados como Misioneros de
África.
El padre “Bob” (al que tuve el gusto de entrevistar),
la última vez que fue a Tanzania, les llevó saludos de sus hermanos de
Querétaro y cuenta que fueron recibidos con enorme alegría. Otro padre que
regresó a Uganda después de haber estado en México, asegura que realiza su
trabajo con más ánimo sintiendo que cuenta con el apoyo de los mexicanos y
por haberse fortalecido su celo apostólico viviendo en esta tierra de
mártires.
Aunque no es parte de su objetivo, pudimos constatar la
magnífica labor que están llevando a cabo en la comunidad que los rodea.
Su simpatía, su sencillez, su entrega, su disponibilidad, su
desprendimiento, su creatividad... cualidades que acompañan al misionero,
ciertamente están dando frutos también aquí en Querétaro.
Felicidades, Padres Blancos, por cumplir 20 años de
trabajo fecundo en nuestra ciudad, y gracias por compartir su misión con
nosotros.
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